autor | Alberto Alegret
La ciudad de Toledo está asociada al pintor de las luces, el cretense Doménikos Theotokópoulos (Candía 1541-Toledo 1614), que considerándose un artista fue visto por sus coetáneos como un personaje engreído, polémico y “pesetero”.
Cuentan que a los 26 años dejó su taller de Creta para ir a Venecia a aprender de los mejores como Tiziano y Tintoretto, para luego ir a Roma y conocer la obra de Rafael y Miguel Ángel. Parece que su fuerte carácter le enemistó con un poderoso Cardenal que lo echó de la Ciudad Eterna, emprendiendo en 1576 rumbo a España, donde la corte de Felipe II necesitaba pintores para su “Escorial”.
A continuación, desde el Museo del Greco en Toledo, reproduzco (en cursiva para vosotros) los textos de la exposición que hablan de él como profesional.
El Greco en Toledo
“En 1.577 Doménikos ya está en Toledo para enfrentarse por primera vez a la realización de una obra de gran complejidad estructural: El retablo mayor de Santo Domingo el Antiguo.
La falta de encargos en la corte de Felipe II y el nacimiento de su hijo Jorge Manuel (por cierto futuro arquitecto) hicieron que se estableciese de manera definitiva en esta ciudad, en la que sobresalió de inmediato por no haber ningún pintor destacado (era listo: aquí no hay competencia, me quedo). Sin embargo tuvo que adaptarse a una sociedad que, al no diferenciar entre el artista y el artesano, le ofrecía honorarios que no satisfacían sus expectativas (¿no nos resulta muy familiar?)
Tras la ruptura con el cabildo catedralicio, provocada por sus diferencias respecto al precio e interpretación de El Expolio, el pintor se centró, no sin críticas, en la realización de obras devocionales y retratos para clientes privados, además de retablos para conventos (qué duro debió de ser para aquel todavía joven artista reconocer que cuando los clientes no dan más de sí, hay que adaptarse a ellos)
Para ello dispuso de un taller con ayudantes, que le permitió difundir sus creaciones originales mediante copias y adecuar los precios a su grado de intervención en ellas.
¿Y cómo funcionaba el taller del Greco?
Poco después de instalarse en Toledo, hacia 1577, el Greco fundó su propio taller para poder aceptar, entre otros, los encargos más lucrativos de la época: los retablos (es una constante del profesional empresario: trabaja para ti mismo para poder hacer lo que quieres). Allí trabajaron bajo sus órdenes profesionales (obviamente no todo de golpe, sino como los hijos: uno detrás de otro) muy diferentes: aprendices encargados de la preparación minuciosa de los colores y lienzos; escultores como Giraldo de Merlo; grabadores, como Diego de Astor; pintores, que completaban o copiaban las obras del maestro; entalladores, doradores y ensambladores, que construían la estructura de los retablos.
En nuestra visita al Museo de la casa del Greco en Toledo (por cierto, uno de los mejores museos de España) nos dimos cuenta al observar la serie de cuadros de los 12 apóstoles, hasta qué punto es verdad que según le pagaban o era de importancia el personaje que le contrataba el grado de intervención era desigual: algunos ejemplos: