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Se buscan soluciones para un gallinero

Concurso abierto de ideas.

Autor | Germán Cintas Araújo.

Érase una vez un corral de gallinas en una hacienda en ruinas…


… donde abandonados los gallineros por una epidemia en los humanos, mal cuidadas y peor alimentadas las gallinas enflaquecían y exasperaban inmóviles aguardando el regreso del amo.

Dedicadas hasta ahora a comer y poner huevos, cacareaban incansables y exánimes reclamando los cuidados de antaño, incapaces de entender que en tanto durara la situación no habría otra más que buscar nuevas vías de sustento.

Pero como no es la proverbial bravura condición de la gallina, cada día más escuálidas permanecían recluidas e inmóviles entre lamentos empollando huevos,  frente a la actitud del resto de los animales del cortijo, cuyo instinto de supervivencia bien se había encargado de ponerlos en guardia ante tan delicada situación.

Tan constantes como incapaces de defender lo suyo, las gallinas comenzaron a sufrir sus propias plagas. Atónitas observaban cómo patos, ocas y otras aves de la hacienda entraban y salían a su antojo del gallinero desposeyéndolas de lo poco que en su corral quedaba, por no hablar de algún zorro que aviesamente sisaba algún pollo extraviado al menor de los descuidos.

Con la esperanza de que sus gallos encontraran más pronto que tarde la manera de restablecer sus atenciones, recelosas y sin dejar de empollar, los apremiaban.

Por su parte los gallos, apoderados del gallinero que como todos sabemos nunca han cacareado ni puesto un huevo, confiando en la temporalidad del desastre, al igual que las gallinas dedicaban su tiempo a lo que su naturaleza le dicta- esto es, elevar cabeza y cola a ver quién la tiene más grande y así mantenerse en el palo, ubicación privilegiada por su cercanía al granero, y lanzar su kikirikí matutino, no vaya a ser que se olvide quién manda.

Con el tiempo se agravaba la carestía, el nervioso corral de flacas gallinas dudó de sus líderes. Apremiados estos ante el riesgo de pérdida de sus privilegios se complacieron en la tarea de reunirse largamente a buscar solución tal que con poco esfuerzo se pudiera mantener un status quo.

Si bien sabemos que tampoco es la inteligencia el distintivo del gallo, fue un ejemplar joven y sobresaliente- de los que lisonjeramente corea al que manda- quien comprendió al fin la magnitud del problema. Con la intención de medrar propuso su tesis al gallo, quien torciendo el pico comprendió la urgencia de reunir a sus semejantes a fin de esclarecer el juicio y ordenar lo pertinente.

- Estimados congéneres, atendiendo al sufrimiento de nuestra comunidad por el hambre acuciante, y habida cuenta de la desatención inusual a la que nos vemos sometidos hemos sido incapaces hasta ahora de abarcar el problema en toda su magnitud. No alcanzamos a ver qué mal sufre nuestro amo, quien bien nos atendió desde la fundación de nuestro gallinero, pero claro es que pasando el tiempo pereceremos de inanición. Si no aprendemos a buscar sustento pasarán los días y cada vez nuestras fuerzas y nuestro número serán menos. No debéis temer, pues conscientes como somos de los peligros que aguardan fuera de la alambrada, hemos buscado la alternativa mejor. En adelante, cada mañana, cacarearemos y piaremos hasta que se detenga el sol. De esta manera no pasarán los días y así se detendrá el hambre.

El corral estalló en una algarabía, un revuelo de plumas y batir de alas ante la ingeniosa solución, pararemos el tiempo armando ruido, así dejaremos de  pasar hambre, cómo pudieron dudar del gallo.

A un par de metros escasos los perros de la finca se partían de risa.

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