Si queremos ofrecer un servicio excelente en cuanto a calidad de diseño, definición exhaustiva de costes, plazos de entrega muy cortos y disponibilidad plena al cliente, nos damos cuenta que esto conlleva muchas horas de dedicación en estudio, un proyecto muy definido, bien medido por un profesional suficientemente acreditado, gran cantidad de personal para la definición del proyecto y personas con la suficiente dedicación para que pueda dispensar la atención al cliente.
¿El cliente está dispuesto a pagar por ese servicio excelente? o realmente sólo necesita un proyecto con alguna de las características referidas, por ejemplo, necesita que el proyecto se vise en el colegio antes de una fecha determinada o sólo está preocupado por el coste ya que no dispone de más financiación que la inicialmente contemplada.
Por otro lado. Si ofrecemos un servicio excelente y por lo tanto de coste elevado y seguimos cobrando lo mismo, fácilmente nos damos cuenta de que perdemos dinero. No entraré en excepciones o casos puntuales que puede haberlos, pero como política continuada, a la larga no es recomendable.
Parece razonable entonces, adecuar el alcance de los trabajos a las necesidades del cliente, realizando a partir de ello la promesa de manera correcta y cumpliéndola mediante las operaciones, con un correcto empleo de recursos y por lo tanto un coste razonable del servicio y un precio adecuado para el cliente. De esta manera, podremos conseguir su satisfacción, que es el objetivo de una empresa de servicios.
El buen servicio es caro. Esta es una verdad inmutable que debemos tener presente siempre en nuestro intelecto a la hora de tomar decisiones en cuanto al alcance de los trabajos y sobre los precios que vamos a cobrar por realizarlos.