Autor | Germán Cintas Araújo.
El terrible dilema actual del arquitecto en España radica en el enfrentamiento entre su instinto de supervivencia y su instinto profesional. El origen del conflicto es que la felicidad del arquitecto vocacional depende del prestigio que recibe por su obra construida. O lo que es lo mismo, cuando tiene resueltas las necesidades básicas el arquitecto se centra en proyectar. Entonces el dinero pasa a un segundo plano (la gestión) y los asuntos económicos no son relevantes en su orden real de las cosas (la arquitectura).
Sin embargo existe un factor basado en la gestión que es fundamental: conseguir encargos. Los arquitectos queremos encargos y cuando no lo encontramos, sufrimos, y generalmente no tanto por la pérdida de poder adquisitivo como por la pérdida de autoestima. Y por esa razón la crisis de la construcción en España es una tragedia masiva para los arquitectos, que por ende nunca cuidamos este aspecto.
Cómo hemos llegado hasta este punto es algo que nos sobrepasa: política, administración, el contexto macroeconómico, falta de visión del colectivo… Todo ello no hace menos doloroso el momento por el que estamos pasando. La sequía de encargos amenaza con hacernos abandonar la profesión; renunciar a la arquitectura nos condena al fracaso, nos hace perdedores de por vida. Y así se encuentra el grueso de la profesión en nuestro país, sumida en la ansiedad y la depresión.
Mientras tanto, sucede que nuevos arquitectos recién licenciados se incorporan a la profesión en un momento en el que el desempleo juvenil es el doble en relación a las cifras absolutas del paro en España. ¿Imaginan lo terrible de ser joven, disponer de los mejores conocimientos y habilidades que demanda la sociedad moderna y quedar marginados? Súmenle la dependencia de sus progenitores hasta la treintena y la aceptación de trabajos mal remunerados donde nunca desarrollarán el potencial que han adquirido con su educación, amén de la pérdida en competitividad que al país le supone.
Pero lo más asombroso del caso está siendo la respuesta del colectivo. Los arquitectos llevamos ya cinco años llorando, preguntando por qué y exigiendo culpables. Y yo me pregunto, ante un problema, ¿lo más sensato no es buscar soluciones? Por supuesto que el problema es novedoso, pero la similitud de la arquitectura con la trayectoria de otras profesiones en España es la misma; para ejemplo, y aunque escueza, los ingenieros.
Y aprovecho para comentar de pasada, a todos los que me leen, que la solución a nuestra problemática pasa por promocionar la excelencia del arquitecto español, dentro y fuera de nuestras fronteras. Y es responsabilidad de todos los arquitectos, como individuos y como colectivo, trabajar y hacer que funcionen nuestros órganos colegiales para que pongan en funcionamiento todos los mecanismos pertinentes para tal fin.
Y hete aquí que vamos llegando al cuello del embudo. ¿Qué ocurre con esos órganos? Pues ocurre que los Colegios deben sobrevolar su problemática interna actual para centrarse en defender la profesión y ayudar a buscar soluciones. Con ello se evitaría el continuo alzamiento de voces poniendo en solfa la utilidad de los COA, que es el único órgano- legal y reconocido- de asociacionismo que nos representa, agrupa y defiende legalmente. Mientras tanto, nuevas formas de asociacionismo intentan apropiarse de este espacio sin la legitimidad que otorgan la ley y el consenso del colectivo.
Aún así, no todo está perdido- al menos aún, al menos no para todos. Es cierto que no podemos resolver los problemas del colectivo ni podemos ofrecer soluciones a cada arquitecto español. Lo que sí podemos asegurarles es que existen mecanismos, individuales o colectivos, y relativamente económicos, con los que hacer frente a la parálisis general. Aquellos arquitectos que los pongan en marcha probablemente tendrán más facilidad para conseguir encargos y/o adaptarse al nuevo entorno de forma menos traumática.
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Germán Cintas Araújo. Arquitecto Superior por la ETSA de Sevilla. Máster en Dirección Estratégica y Negocios Internacionales. Universidad de Sevilla.
Dirección Zona Sur en bsA [Rethinking Architecture]
Un Comentario
Efectivamente colega, los colegios no sirven para defender la profesión. Despues de 35 años de ejercicio libre puedo asegurarte que solo me han causado problemas, mientras hacen oidos sordos a la intromisión de otros profesionales en nuestros trabajos (en mayor medida aparejadores,ingenieros de caminos, ect,). Ya hace años los colegios permitieron que los aparejadores nos usurparan el nombre y ahora permiten que nos quiten el trabajo. ¡Que se puede esperar de esta España donde el que no roba parece que es tonto!