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¿Volverán los buenos tiempos para los arquitectos?

No tiene sentido que, mientras todo está cambiando a nuestro alrededor, nuestra profesión no lo haga, dejando pasar importantes oportunidades por nuestros prejuicios profesionales heredados de nuestra formación diseñada para dar respuesta a un mundo que ya ha pasado.

O peor aún, no aprovechándolas por hallarnos secuestrados por una forma de desempeñar la profesión que forma parte del pasado, que no va a volver.

La profesión de arquitecto tal y como la hemos conocido hasta ahora es parte del pasado. El boom inmobiliario de esta década enmascaró una realidad que ahora la crisis ha hecho evidente.

Algunas de las claves que nos hacen entender que el desequilibrio, a corto y medio plazo, entre oferta (arquitectos) y demanda (cliente) va a ser insostenible:

  1. El incremento del número de arquitectos, que seguirá con unas tasas de crecimiento elevadas en los próximo años.
  2. El agotamiento de la demanda de nuestros servicios tradicionales debido a:
    1. La saturación del sector inmobiliario.
    2. La crisis que afecta al tejido empresarial.
    3. La situación de endeudamiento.
    4. La falta de recursos de las administraciones estatales, regionales y locales.

En mi opinión, es crucial que trascendamos esta realidad a la que nos enfrentamos y que sepamos mirar más adelante para realizar el diagnóstico correcto. Es prioritario, para el conjunto de la profesión, focalizarse en el verdadero problema, la sintonía con la sociedad, entendiendo que la naturaleza de la profesión de arquitecto es dar servicio a la sociedad a la que pertenece.

Y en estos momentos es una sociedad distinta a la del siglo XX, con nuevos valores, nuevas formas de relación y de hacer los negocios y con un modelo económico que ha evolucionado y está evolucionando. Nuestra sociedad es nuestro cliente: las personas, las empresas, las administraciones, las instituciones, las entidades y un largo etcétera. Todos han cambiado y están cambiando a una velocidad hasta ahora desconocida en la historia de la humanidad. Frente a este mundo deberemos ser arquitectos que potencien la innovación, el talento y la creatividad.

Arquitectos sin prejuicios. Arquitectos sin miedos. Arquitectos que han cambiado su paradigma profesional.

Se trata de evolucionar nuestras convicciones más profundas, aquéllas que en su mayoría quedaron impresas en nuestra mente en nuestra formación diseñada para una sociedad que ha quedado en el pasado, y adaptarlas a las necesidades del mundo actual. Debemos ser capaces de aportar soluciones con valor intrínseco. Grábese con tinta indeleble: cuanto más valor, mejor. Es necesario que los arquitectos contribuyamos a la definición de los valores que constituyen la cultura presente y a participar en la generación de los que formarán parte de la futura. La arquitectura y los arquitectos formamos parte del mundo y debemos ocupar el lugar que nos corresponde.

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